sábado, 11 de agosto de 2007

Una noche de Agosto


Una de estas noches, me gustaría ser Roberto, ser el rey como todas las noches, y dibujar, escribir o cocinar los arrabales. Me gustaría poder sudar sin escalofríos y que ella, una de tantas ellas, ella infinita, ella cualquiera, me hiciera desaparecer definitivamente, desvanecerme en sus procacidades, y soñar con palabras reales y no inventadas.
Yo, que soy un Ángel, caído claro, y perdónenme el lugar común, querría poder emocionar de veras. ¿Qué ocurre cuando aquello que uno desea hacer de veras, cuando aquello que uno soñó para su vida, cuando la verdadera vocación, no va acompañada del talento necesario para llevarla a cabo?. Yo he querido ser un hombre, he querido aterrorizar,evocar, convertirme en un sueño recurrente para las mujeres que al volver a casa después de mi actuación, tuvieran a su lado un hombre y sin embargo soñaran conmigo, para protegerlas, para cuidarlas, para llevarlas lejos de su vida. Yo he querido que mi vida fuera algo un poco más real que imaginarme aventuras, palabras y sexo que nunca tuve. Pero no le dejan a uno ser serio, y con el tiempo dejas de creer. Y empieza la comedia, empieza el intentar dar pena, el despertar ternura, el hacer reir para tener la atención que uno no tuvo como verdadero hombre, como mito hercúleo, dios griego, atleta protector. Empieza el recurrir al alcohol, a la farsa, a la violencia, porque a uno se le escapa su propia imagen, a uno se le escapa su propio sueño de hombre, a uno se le escapan los demás, hijos de la gran puta que nunca se pliegan a hacer algo tan sencillo, como es percibir a cada cual como ellos quisieran. Y ya puestos, después de una gloriosa retirada de los ruedos circenses, por la puerta grande, con riadas de gente pidiendo un par de shows más, con homenajes, con las propias bestias sumándose al clamor, me transformaría en un playboy de la Riviera (ya sé que imagináis mi grandeza asociada más bien a una Marbella de Hohenlogen y Jaime de Mora, o una Manga del Mar Menor de... Camacho y Polaris World, pero yo quiero la Riviera) e iría al Baile de la Rosa de Mónaco, donde viejos aristócratas europeos, rancios y con el peso de tener grandes fortunas y grandes vidas desde hace generaciones, me rendirían respetos y mostrarían su consternación por mi retirada, porque hasta allí llegarían los ecos de mi grandeza. Saldría con señoras mayores, más bien viciosas, que se excitarían mucho al verme follar con jovencitas provincianas e ignorantes, a las que cubriría de agilidad leopardina y sabiduría getafense, mientras la ricachona excelsa, aplaudiría llena de morbo, haciendo tintinear sus joyas. Viajaríamos por Europa, por la vieja Europa, no la de esos países nuevos que no son nada europeos, y me nacionalizaría suizo, probablemente. Y entonces empezaría mi sueño de madurez, la vida de un hombre de mi perfil; sería un escritor, europeo, aquejado de alguna enfermedad, leve pero perpetua, fumaría en pipa, daría paseos por los jardines de invierno, llevaría sombrero, saludaría a las damas, y espantaría a los chavales, europeos, del pueblecillo. Llevaría bastón, y tendría pesadas cortinas de terciopelo. Quiero ser un poco un escritor decimonónico, decadente y frívolo, pero con una escritura trascendente, emotiva, potente y eterna...Eterno candidato al Nobel, claro, porque es muy vulgar que te lo den. Y aún mantendría mi físico maduro, el pelo en el pecho, sin tanta chepa, sólo la necesaria para encorvarse sobre el papel y crear, o encorvarse para comerle el coño a la repugnante señora que me mantendría, o encorvarme para, con ligera reverencia, saludar a los carniceros, polleros, herreros y abogados, europeos, del pueblo. Mantendría el pelo, cierta tonicidad en mis brazos, herencia de tanto látigo y tanta dentellada, cierto moreno en la piel, nada europeo, y una gran polla con frecuente erección, europea.
Se me había puesto una sonrisa, pero me ha llamado Adolfo, el taquillero de Pinto que trabaja con nosotros, para decirme que empezaba el programa este que he hecho. No, no era en directo aunque os lo pareciera, porque yo un directo ya no lo puedo mantener, primero por salud y estabilidad alcohólica, y segundo porque le habría arrojado un buen par de hostias a varios de los tertulianos. Y lo he empezado a ver, rodeado de mi carromato, solo, viendo los cartones vacíos de leche Clesa, mis rosarios de nacar, los posters de la comunidad de Madrid con la gira circense del 2001, mis mallas con pelotillas,los materiales inflamables de mercadillo, unas revistas porno y unos cuantos cassettes de chistes de Eugenio y Pedro Ruiz,las afueras de Móstoles en el ventanuco, el eco de las sirenas que van hacia Mercamadrid porque queda al lado de Las Barranquillas y mi laaargo vaso de ginebra, lo he empezado a ver y me he visto, me he visto mis gestos, mis maneras, los vídeos que pasaban de mi vida como si fuera mi vida, me he visto como si fuera yo, intentando sacar algún sonido entre la ronquera, con mi paquetillo abultado, y mis perpétuas poses de víctima... Me he visto patético, violento, sin talento aunque con algún rastro de genialidad y seducción...Me he visto...mal. Y muy feo, que casi es peor.
Y al acabar, al llegar el silencio que la televisión apagada nos deja, al llegar el silencio que tiene mirar un vaso vacío, al llegar el silencio de estar en silencio, el silencio que ninguna voz humana rompe, al llegar mi silencio, he pensado que iba a llorar, a llorar como siempre, a compadecerme como nunca, a llorar hasta el amanecer...¡Dios!... Y sin embargo no he hecho nada, me he quedado quieto, inerte, indiferente...Y aquí sigo. Vacío.